25 ene 2009

LA MIRADA DEL CÍCLOPE.



NYMPHÈAS, UNA IMPRESIÓN

En los salones del prestigioso fotógrafo retratista Nadar se celebra en 1874 una exposición de pintura considerada como la primera manifestación oficial de un grupo de pintores a los que, peyorativamente, la crítica bautizó como impresionistas. El adjetivo fue inspirado por un cuadro pintado por Claude Monet en 1871 titulado Impressión: soleil levant. La exposición, que resultó ser un desastre económico y obtuvo el rechazo general de la crítica y el público, supuso una ruptura que abriría el camino a nuevas corrientes en el arte contemporáneo.
En pleno fragor por el invento de la fotografía, los pintores impresionistas reciben una herencia evidente de los aspectos que más la caracterizan: la intensidad de la luz que cambia formas y colores, la fugacidad del instante y la borrosidad que puede producir su captación, el trabajo directo en exteriores, el plein air, la elección del punto de vista, la distribución de los elementos en el espacio, etc., son elementos claves que determinan la asunción de esta herencia. Y Monet es el más claro exponente que refleja la inquietud por la luz, como se puede comprobar en sus series pictóricas. Otro impresionista, Edgar Degas, utilizará la fotografía y la aplicará más claramente a sus composiciones. Pero esta será otra historia.

La primera vez que visité la Orangerie, allá por el año 1976, Monet era uno de mis referentes artísticos. Empezaba entonces mi interés por la práctica de la fotografía y por descubrir los entresijos del arte fotográfico. Ocurrió en el mes de julio más caluroso de los últimos cincuenta años, según titulaba la prensa parisina. La Orangerie supuso la frescura, la calma, el respiro. Hacia dentro fue la veneración, el asombro ante el prodigio pictórico, la excitación de contemplar la obra magna del impresionismo, las Nimphèas de Monet, en el propio santuario elegido por su creador. Estábamos solos. Ningún visitante, algún conserje fuera. Las dos salas ovaladas de ese templo del arte, con sus ocho composiciones, repartidas en dos salas, de diez y doce paneles respectivamente ensamblados parecían estar allí colocados expresamente para nosotros. Y nos pertenecieron fugazmente, por unos instantes eternos, igual que fue nuestra la vibración de la luz, el sonido del aire, la frescura del agua y la sombra de los sauces que reflejaban las pinturas. Puro impresionismo. Fugacidad del momento. Como una instantánea fotográfica.

Hemos vuelto, de nuevo. Durante todo este tiempo he tomado muchas fotos y creo haber aprendido algo sobre el arte de la imagen. Ahora se accedía en grupos, se pasaba el control electrónico, había que mostrar el breve equipaje. Algunos controladores, varios vigilantes atentos a los flashes prohibidos y al acercamiento a los lienzos. Fuera había caído una lluvia fastidiosa y estúpida. Dentro, gente contenida y respetuosa, descansando ante la maravilla, contemplando lo que el pintor contempló y logró atrapar en la tela casi como un fotógrafo: el instante eternizado. A esa concentración de poesía hecha color sobre el lienzo su autor le fue llamando matin, reflets verts, les nuages, soleil couchant, reflets d’arbres, le matin clair aux saules...
Y estábamos allí como la primera vez, admirados, absortos ante esos paisajes del agua, del color y de la luz, como si no hubiera pasado el tiempo, como si el instante se hubiera eternizado. Más tarde, consciente otra vez de lo fugaz de ese tiempo, me dispuse tomar algunas fotos.

Paco Ocaña
Septiembre, 2007

(La mirada del cíclope. Contraluz. A.F.C.N.)




24 ene 2009

EL OLIVO: IMAGEN Y PALABRA


(Fotos y poemas : Paco Ocaña)

RETRATO

Tiene el olivo un aire campesino
labrado por el viento y el sosiego;
a un tiempo es señorial y solariego
y eternamente inmóvil peregrino.

Aunque serio y humilde por destino,
se adorna de la grama y el espliego,
perfumado aderezo que a su ego
aporta un leve tono libertino.

Su tronco atormentado ama la tierra,
su robusta raíz perfora el suelo
y en el aire se orea su aceituna.

Sus ramas son de paz, que no de guerra,
sus hojas viven en constante vuelo
y escrita está su cruz desde su cuna.




ALBORADA EN LOS OLIVOS

Cárdenas nubes sobre el cielo grana
mustias de lluvia y vanos pleamares,
navegan sobre océanos de olivares
en la calma inocente tan temprana.

El sol se despereza, el hombre afana
sueños de agua en veredas de amapolas,
terrestre singladura, verdes olas,
en el suave fulgor de la mañana.

Huraño se comporta el nuevo abril.
El agua huye, el olivar espera
y humilde se consuela en el rocío.

Extiende el cielo su alquicel añil
arropando la joven primavera
y a lo lejos, ajeno, canta un río.

23 ene 2009

OTEIZA. IZAN ETA IZANGO.


(Foto: Paco Ocaña)


(Foto: Paco Ocaña)

Con motivo del centenario de Jorge Oteiza, la Sala Kubo Kutxa, del Palacio Kursaal de San Sebastián, entre el 15 y 26 de Octubre de 2008, se ha convertido en un contenedor de actividades y propuestas culturales donde se ha podido participar y disfrutar en los talleres, charlas, testimonios, conferencias y espectáculos musicales organizados bajo el título "Izan eta izango", con la voluntad de recordar la persona de Oteiza y de reflexionar sobre la influencia de su obra en el actual panorama cultural. Entre las diversas actividades organizadas, una de ellas se refleja en la exposición fotográfica "Visiones sobre Jorge Oteiza", en la que doce fotógrafos han mostrado su obra relacionada con el escultor de Orio y a la que fui invitado junto con fotógrafos como Juantxo Egaña, Sigfrido Koch, Fernando Larruquert, Ramón Serras y otros colegas, que han aportado las imágenes más significativas tomadas al artista en vida.



(Foto: Juantxo Egaña)




Cazadores Cazados. Fernando Larruquert posando ante su obra.
De espaldas Mª Victoria Arcaya, directora de la Sala Kubo
conversa con Díaz Ereño, director del Museo Oteiza, de Alzuza.
(Foto: Juantxo Egaña)