ESA FOTOGRAFÍA QUE NOS OBSERVA
Miraba con sus planos ojos
de balcón florido en incertidumbres
un paisaje lejano
cubiertos de cables eléctricos y lunas,
bajo la estepa amarilla de un próximo firmamento.
El brillo descarnado
del objeto,
olvidado transporte de recuerdos infantiles,
permanecerá simétrico
como un imposible resplandor metálico,
como un relámpago preso,
escondido
ante la mirada que circundaría su esqueleto.
Sería imagen, dije.
Fue único el grito irremediable,
fue grande la estrujada pasión,
fue contra el viento la música arenosa
que resbaló destinada
hacia grietas y luces íntimas,
para quedar las sombras apresadas
en un lecho plateado de sal,
furtivamente.
Del mundo vasto
que transcurre junto al agua del tacto,
del sudor sorbido de las copas ácidas,
de la desolada locura de los ferrocarriles
nace extensamente limpia,
sin pudor apresado por amaneceres,
aquella imagen
que permanecerá sobre abismos espantados,
junto a barrancos abiertos
por las lágrimas imparables de estos ojos.
Sería imagen, dije,
esa imagen
negra.
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