18 abr 2009

BAEZA, SEMANA SANTA Y MACHADO.

¿Quién me presta una escalera
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús el Nazareno?

(Popular)

















Foto Paco Ocaña, 2008.

Vuelvo de Baeza tras haber pasado allí la Semana Santa, como otros años, y se vienen con nosotros los recuerdos de estos y otros días, el sentimiento andaluz, su particular religiosidad, los retazos de su historia, su arquitectura, lo árabe efímero y la eclosión renacentista, los lugares de Machado y algunos de sus poemas eternos y casi físicos, las calles empedradas, el infinito paisaje de olivos, el denso olor aceitero, la gastronomía, las lomas y caminos, las oscuras noches estrelladas y los deseos renovados de regresar otra vez.


SAETA

¡Oh, la saeta, el cantar
al Cristo de los gitanos,
siempre con sangre en las manos,
siempre por desenclavar!
¡Cantar del pueblo andaluz,
que todas las primaveras
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
que echa flores
al Jesús de la agonía,
y es la fe de mis mayores!
¡Oh, no eres tú mi cantar!
¡No puedo cantar, ni quiero
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar!

(Antonio Machado. "Campos de Castilla, (CXXX).")

















Foto Paco Ocaña, 2009.


ALGUNAS LECTURAS Y REFLEXIONES EN TORNO A ‘LA SAETA’.

En ‘La saeta’, Antonio Machado afirma claramente que la religiosidad popular no es su cantar. La Semana Santa andaluza adora a un Cristo eternamente crucificado que el poeta rechaza. Machado se distancia claramente de la idolatría folklórica enraizada en la religiosidad popular y en el culto a la muerte, para afirmar su particular fe en la vida, posición que entronca tanto con su humanismo vital como con su fideísmo evangélico.
A excepción del final, el conjunto del poema es transparente en su significado: describe poéticamente la religiosidad de la Semana Santa, «la fe de mis mayores». Los cuatro últimos versos contienen el mensaje que Machado quiere transmitir.
Considerando la complejidad de la religiosidad machadiana, cercana a cierto existencialismo, lo que quiere cantar el poeta es al Cristo que anda y camina –y traza camino– por este inmenso mar del mundo, por donde el hombre ha de caminar, “se hace camino al andar”.


¿Para qué llamar caminos
a los surcos del azar?...
Todo el que camina anda
como Jesús, sobre el mar.

Laín Entralgo interpreta esta imagen en clave evangélica: Cristo vence a la muerte, simbolizada por el mar, y el poeta «pide con brutal sinceridad, la presencia del Cristo mayestático que triunfa sobre el mar; o, con otras palabras, el milagro”.
Según González Ruiz, «Machado no puede digerir ese masoquismo religioso de nuestro pueblo andaluz, que parece relamerse en la consideración introvertida de la pasión y muerte de Jesús y de los múltiples dolores de María, su Madre.
Él sueña con el “Jesús que anda en el mar”, o sea, con el Cristo resucitado, sencillamente presente en la realidad cotidiana de los creyentes y garantizadores de una sólida esperanza de un futuro en el más allá.

(Referencias: Guillermo Sánchez Vicente, Pedro Laín Entralgo, Antonio Sánchez Barbudo, José Mª González Ruiz, Emilio Orozco.)

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