2 abr 2009

LA MIRADA DEL CÍCLOPE

















(Fotos Paco Ocaña 2005)


ATILA DIGITAL POWER

Allá por el verano de 1839 cuando se dio a conocer el invento de la fotografía, el pintor Paul Delaroche declaraba lapidariamente que “desde hoy la pintura ha muerto”. En cierto modo, no le faltó razón porque la pintura cambió radicalmente.
Fueron legión los pintores que huyeron del óleo sacrosanto para convertirse a la nueva religión del daguerrotipo, que les ofrecía un trozo de paraíso en forma de economía de medios, rapidez, objetividad y realismo, además de situarlos de lleno en la modernidad de la revolución industrial.
La guinda del invento la puso más tarde el escritor Charles Baudelaire cuando en el Salón de 1859 se admitió por primera vez a la fotografía sobre la cual lanzó su veredicto: “Una locura, un fanatismo extraordinario se apoderó de los admiradores del sol. Asociando y agrupando bribones y mujerzuelas, emperifollados como los carniceros y las lavanderas en carnaval..., se han jactado de mostrarnos las escenas trágicas o graciosas de la historia antigua..., cometiendo así un doble sacrilegio e insultando a la vez la divina pintura...”, etcétera y amén. Ciertamente, a Baudelaire nunca le gustó la fotografía, lo que no fue óbice para dejarse retratar y que Etienne Carjat obtuviera de él un excelente retrato que ya es un clásico. Pero la fotografía había entrado ya arrasando.
Joseph Nicéphore Niepce, su gran inventor, murió arruinado (1833) antes de que su invento conociera la gloria, de lo cual se encargó y aprovechó su socio Louis Jacques Mandé Daguerre, que cambió la denominación heliographie acuñada por Niepce por la suya de daguerrotype. Daguerre sí conoció la gloria, pero también murió en la ruina. El moderno y diabólico invento parecía ser la reencarnación, en plena era del positivismo, de un Edipo que mataba de nuevo al padre progenitor, o de un redivivo Atila que, según la leyenda, por donde pisaba su caballo la hierba no volvía a crecer y, aprovechando el viaje, no dejaba títere con cabeza.
Tras la fotografía vino la imagen en movimiento, el cinematógrafo, inventado por los hermanos Auguste y Louis Lumière, nuevo avance tecnológico que pareció poder acabar con la breve vida de la fotografía, aunque ambas especies siguieron por caminos paralelos. Y más tarde fue la televisión, el cine en casa, que pondría en entredicho al star system y los grandes estudios. Tras el cine y la televisión, el vídeo nos permitiría grabar y ver nuestras propias elucubraciones en la pantalla de nuestra propia casa. Cada nuevo avance ponía contra las cuerdas al anterior y a los augures les faltaba tiempo para emitir sentencia. Pero los inventos, según se iban asentando, tomaban cuerpo y se convertían en un nuevo lenguaje, una nueva disciplina artística o un nuevo medio de expresión con vida propia que compartía con los otros diferentes espacios que se complementaban y enriquecían mutuamente.
De la famosa frase de Kodak, aquella en la que “Vd. aprieta el botón...,“ a la reciente reestructuración de la plantilla de la empresa que va a afectar a unos 15.000 empleados hasta el año 2006, (dicho por uno de sus directores en la última Photokina y recogido en la prensa nacional en octubre de 2004,) se ha escrito buena parte de la Historia de la Fotografía.
Se habló entonces, en sus comienzos, del aspecto democratizador de la fotografía porque estaba a la altura de todas las clases sociales. Ahora, en plena ebullición de la fotografía digital, la masificación de su consumo eliminaría cualquier connotación de liberación social. Más bien al contrario, la cámara fotográfica ya es otro producto para el consumo, otro electrodoméstico más al que solo hay que enchufarlo y apretar el botón para que todo el mundo obtenga sus bonitas
fotos. Ya ni siquiera hay que sentirse fotógrafo y, por tanto, conocer los fundamentos del lenguaje fotográfico no solo es innecesario sino más bien un incordio.
Aparece de nuevo Atila arrasando con todo su digital power y dejando constancia del paso de su caballo. Así nos enteramos por los heraldos de Internet que Ilford sería adquirida por sus empleados para salvar la compañía de la ruina; que Hasselblad pasó por un proceso de reestructuración recientemente a causa de una crisis financiera; que Polaroid fue subastada hace algún tiempo, y ahora llegan noticias de que Leitz GMBH, fabricante de las legendarias cámaras Leica, se hunde debido a que las estrategias para entrar al mercado digital han sido un fracaso y los bancos han cortado sus líneas de crédito.
En este panorama aparentemente apocalíptico, incluso para los que venden y disfrutan del boom, la industria de la imagen digital no es un camino de rosas, pues la mayoría de las compañías siguen sin ganar dinero a pesar de sus inversiones, debido a la fuerte competencia, a los márgenes reducidos y otros profundos y sentidos lamentos.
Como aquellos que hicieron mudanza del óleo al daguerrotipo, hoy se repite la historia y el cuarto oscuro se va cerrando, quizás para no abrirlo más, y vamos en procesión a ese otro cuarto luminoso donde brilla la pantalla del ordenador, para disfrutar de una parte de nuestro nuevo paraíso doméstico a la búsqueda de la economía de medios, la rapidez, la comodidad y la limpieza que nos permitirá, con el ratón en la mano y por los vericuetos del programa adecuado, jugar y navegar por el misterioso océano informático, laboratorio de la nueva imagen.
Y por si fuera poco, parece ser que nadie sabe dónde estará la fotografía de aquí a tres o cinco años, ni si todo el moderno material digital de hoy (cámaras, tarjetas de memoria, ordenadores, programas, papeles y demás parafernalia,) seguirá vigente, o por la supervivencia de la industria, estará ya obsoleto, listo para el desguace y nosotros a la búsqueda del recambio. Ni siquiera nos aseguran que con los nuevos papeles y sistemas de impresión se van a conservar las fotografías, por lo menos, como lo que hasta ahora hemos conocido. Pero para rizar el rizo, el teléfono móvil con cámara de fotos incorporada, es el último grito que hace furor entre la ruidosa y parlanchina juventud, último grito o charla reciente con careto incluido y fondo de paisaje.
Después de todo esto, consuela saber que el director del que antes hablaba dijo también que el 50% de sus fotografías las hacía con tecnología tradicional.
Esto no es serio y así no hay quien se aclare. Atila, tiembla.

Paco Ocaña
Abril , 2005.

(Revista Contraluz nº 14. Agrupación Fotográfica y Cinematográfica de Navarra.)


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