9 feb 2009

SONÍOS NEGROS. ("Imagen del cante jondo").


ALBOREÁ



PETENERA


En mitá del olivar

En mitá del olivar,
al cielo le daba gritos
y el cielo sin contestá
.
Antonio Machado y Alvarez,
“Demófilo”

Desde sus neblinosos y confusos orígenes, dentro del magma cultural y social que durante siglos compartieron las diferentes civilizaciones, etnias, religiones y demás grupos humanos que cohabitaron en la península ibérica, el flamenco ha ido bebiendo de todas esas fuentes para ser un arte nacido con vocación universal, que se da a conocer oficialmente en España a mediados del siglo XIX, casi al mismo tiempo que la fotografía.
Se trata de un arte colectivo que se expresa en primera persona y se encuentra a medio camino entre el folklore y la música culta, entre la conservación de viejas esencias y la creación de nuevas formas, entre el anonimato de quienes mantuvieron el flamenco dentro de lo cotidiano de sus vidas y la originalidad creativa de figuras geniales que lo han proyectado al mundo y al futuro. Es un arte en el que, a diferencia de otros, el artista, anónimo o no, grita al cielo su soledad frente a la pena, y espanta sus males cantando o llora sus alegrías a través de un quejío consolador.
En el cante jondo es conmovedora la voz de muchos cantaores, bailaores, músicos y artistas que, sin hacer nuevas creaciones, se ha identificado y reconocido en los cantes, las letras, la forma de bailar de quienes les precedieron, perpetuando así un arte añejo que se ha ido destilando y purificando con el paso del tiempo.
Pero, puesto que el cante jondo no surgió de la nada, no debemos olvidar a aquellas otras personas anónimas que tuvieron la capacidad creadora y la humildad de ofrecer a ese ente sin rostro, el pueblo, la cristalización de sus sentimientos en forma de octosílabos cantados por soleá o de una quintilla escrita para un fandango.
Esas antiguas letras que todavía hoy se siguen cantando son como viejos retratos interpretados en música y verso. Transmitidas por la tradición oral o detenidas en el tiempo, igual que muchas de las coplas y cantares recopilados por “Demófilo”, padre de los poetas Manuel y Antonio Machado, esas melodías y versos son imágenes del sentir de una sociedad, de un pueblo que llora y canta con palabras sencillas y armonías sobrias en acordes, legándonos tanto una literatura de cruda sinceridad que vibra con la belleza de lo que no necesita adornos, como una música que, a pesar de su complejidad rítmica y riqueza formal, contiene siempre el eco del grito, ese ¡ay! telúrico y humano que estremece al que lo escucha, sin atender a su lugar de nacimiento o a la cultura de donde proceda. Miles Davis, Gil Evans o nuestro más cercano Pedro Iturralde lo han comprendido y experimentado a través del jazz..
Las fotografías que componen y se reúnen en estos “Soníos negros” de papel no sólo han registrado las luces y las sombras de este arte. Paco Ocaña, como un cantaor enduendado, nos habla de sí mismo y sus querencias con el lenguaje que conoce, el de la luz y la sombra, a través de otras miradas y expresiones recogidas en unos retratos singulares, actuales y nuevos, pero que parecen venir desde otros tiempos. Agazapado en la penumbra o a cara descubierta, tras la cámara, atrapa la luz de una música y un sonido en el momento mágico de producirse, o nos muestra el sentir de unos rostros que personifican esos cantes iluminándonos durante un instante y esas imágenes nos descubren aspectos ocultos de nuestra propia sensibilidad . Entonces, en ese instante en el que el fotógrafo y nosotros, por una imagen, nos vemos envueltos en la misma luz y la misma música, puede aparecer el duende subiendo “desde las plantas de los pies”, según Federico García Lorca, y producirse la catarsis, esto es, la purificación y liberación de unos sentimientos, como ya otros tuvieron antes y que nos invita a participar en un estado de unión con aquellos que nos precedieron y esos otros que vendrán.
Y, mientras tratamos de reponernos de esa luz que a todos atraviesa como el hilo a las cuentas de un collar, el duende abandona la moderna cámara oscura y desaparece, entre sombras y ecos, para dejarnos solos, y como sentenció “Demófilo”, en mitá del olivar.

Ekhi Ocaña
Profesor superior de música
Junio, 2006




TARANTA

DEBLA

(Revista "Contraluz", nº 17.- A.F.C.N. Agrupación Fotográfica y Cinematográfica de Navarra.)

http://www.fotosyfotografos.com

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