21 jun 2010

LA MIRADA DEL CÍCLOPE


DEL REALISMO FICTICIO A LA FICCIÓN DE LA REALIDAD.

Desde sus orígenes, a partir de 1839, aquel nuevo invento de la fotografía adquirió, frente a las técnicas pictóricas clásicas, un carácter indiscutible de realismo en la representación de imágenes como hasta entonces no se había conocido. Fueron multitud los pintores que adoptaron la nueva técnica a la búsqueda de esa autenticidad, además de su rapidez, que el invento podía ofrecerles y que ya no lo iban a poder obtener de la pintura.
A mitades del siglo XIX, el Realismo, como movimiento pictórico, y la Fotografía, eran términos muy próximos que compartían determinados intereses de acercamiento objetivo a la realidad y de su fiel representación. Uno de los pintores destacados del realismo que no dudó en adoptar la fotografía para la realización de sus obras fue Gustave Courbet, en el que se concentró y resumió la crítica del movimiento romántico y otras posiciones más convencionales.




Existen referencias de que el primer pintor que recurrió a la fotografía en busca de ayuda para reproducir con mayor fidelidad y realismo un acontecimiento fue el escocés David Octavius Hill. Y fue en 1843 cuando se dirigió a un joven fotógrafo, Robert Adamson, para solicitarle la realización de una colección de retratos de los miembros de la Iglesia escocesa a los que debía pintar, para dejar constancia y conmemoración del momento de su separación de la Iglesia de Inglaterra. Trabajaron como sociedad y realizaron para el proyecto alrededor de 500 retratos con gran detalle y con la fidelidad fotográfica que su momento permitió, pero el resultado final no resultó satisfactorio: el exceso de información en las figuras individuales hizo imposible la unidad del conjunto.

Otro pintor, Oscar Gustav Rejlander, nacido en Suecia, se estableció en Londres y se ayudaba realizando fotografías para su trabajo. La rapidez que proporcionaba el nuevo procedimiento lo llevó a establecerse como fotógrafo retratista al tiempo que experimentaba con las combinaciones de negativos. El éxito llegaría con la realización de una compleja fotografía obtenida de la superposición de más de treinta negativos.



Oscar Gustav Rejlander. The two ways of life. 1857.

Este espectacular fotomontaje para su época, de 80 x 40 cms. titulado “Los dos caminos de la vida” (The two ways of life, 1857), aunque fue criticado entonces por su exceso de desnudos, entraba dentro de la tradición moralizante de la Inglaterra victoriana, en el cual se representaba una temática de lo más pictórica: un venerable anciano orienta a dos jóvenes abiertos a la vida simbolizada por una gran puerta. Uno se siente llamado por la virtud y las buenas obras, mientras que el otro atiende al vicio y la depravación. En el centro se sitúan el arrepentimiento y la esperanza. “Es la mente del artista y no el tipo de material que emplea lo que convierte su producción en una obra de arte”, declaraba en 1867. A pesar de las críticas obtuvo tan extraordinario éxito que la propia reina Victoria llegaría a comprarlo.
Émulo de Rejlander y muy influenciado por la pintura romántica de Turner, Henry Peach Robinson trabajó de forma sistemática con las composiciones fotográficas utilizando diferentes negativos ensamblados para formar una nueva imagen; en defensa de esta causa se ocupó también de la labor teórica. Él mismo declaró que “un método que no admite que el artista pueda hacer modificaciones, no puede ser un arte.” Trabajaba con bocetos previos sobre los que iba pegando las diferentes tomas fotográficas a la manera de un “puzzle”. Para la fotografía que le hizo famoso “Los últimos instantes” (Fading away, 1858), utilizó cinco negativos, con excelentes resultados, como las nubes que se ven a través de la ventana, imposibles de fotografiar con una sola toma desde el interior. En ella vemos a una mujer a punto de morir en plena juventud ante la impotencia de su familia allí presente.



Henry Peach Robinson. Fading away. 1858.

Fundador de la influyente “Linked Ring Brotherhood”, una de las primeras sociedades fotográficas de gran repercusión, es considerado como uno de los padres del “pictorialismo” fotográfico.
Con la cita de estas referencias vemos cómo desde el mismo momento del nacimiento de la fotografía, esa búsqueda del realismo lleva a los creadores, por un lado y paradójicamente, a producir imágenes fuera de la realidad, compuestas o inventadas, y por otro, que los medios empleados en el proceso no eran un obstáculo para poder expresarse de una manera tan creativa como los demás artistas, utilizando métodos ópticos y químicos que eliminaban de la imagen final la sensación referencial, de semejanza o dependencia, con el sujeto fotografiado. Desde entonces la imagen fotográfica ha sido sometida a todo tipo de manipulaciones. No sólo estéticas o experimentales, sino también éticas o políticas.


Si avanzamos en el tiempo podemos contemplar cómo los fotógrafos rusos, fieles al régimen stalinista, eran unos maestros en hacer desaparecer a personas non gratas de las fotografías oficiales, (acordes con su caída en desgracia, cuando no su desaparición física,) pervirtiendo así ostensiblemente la realidad registrada por la cámara sin que se notara su manipulación; ejercicio de gran éxito también en las dictaduras fascistas de la època (Hitler, Mussolini, Franco,) y de las que existen expresivos ejemplos gráficos, que junto con la conocida frase goebbelsiana de que “una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad”, idea ésta de gran actualidad y muy bien practicada por algunos dirigentes de hoy, forman el bloque argumental perfecto para convertir la realidad, si conviene, en un gran engaño. O dicho de otra forma, hacer del engaño una nueva realidad.



También el fotomontaje, al que me he referido en los anteriores ejemplos y como podemos ir comprobando, ha acompañado y contribuído desde sus orígenes a definir y formar una parte de la historia de la fotografía, con el propósito de descontextualizar de su entorno diversos fragmentos de realidad para formar una nueva realidad inventada. Si a través del fotomontaje la realidad fotográfica es alterada intencionadamente para transmitir un mensaje visual claro y directo, incluyendo connotaciones de diversa especie, estéticas, políticas, oníricas, fantásticas, transgresoras e incluso, humorísticas, con una técnica casi artesanal, es evidente que con los nuevos y poderosos procedimientos digitales se ha abierto ya otro mundo cada vez más conocido y fantástico que ha ido tomando asiento y posesión en este tiempo, abriendo otros insospechados caminos a la creatividad, a la imaginación y, en definitiva, a seguir jugando con la ficción y la realidad.

Paco Ocaña
Diciembre, 2009.



Marco actualizado de una superpoblación conflictiva en proceso de normalización lingüística.
Fotocollage Paco Ocaña, 1999.

Nuevo proyecto para una promoción selectiva de la calidad de vida.
Fotocollage Paco Ocaña, 1999.


Paraje bardenero de utilización conjunta tras el consenso establecido.
Fotocollage Paco Ocaña, 1999.

No hay comentarios: