Foto Paco Ocaña, novbre 2010.
La conocida como Villa de los Misterios, uno de los edificios suburbanos de Pompeya situado a unos doscientos metros de la Puerta de Herculano, ha sido noticia de actualidad. Construida en la primera mitad del siglo II a. C., fue muchas veces remodelada y ampliada.
En la llamada Sala de la Gran Pintura, se desarrollan una serie de frescos que datan del siglo I a. C., que representarían los momentos sucesivos de un ritual que Roma intentó limitar sin mucho éxito. Sobre un fondo rojo intenso, varios personajes aparecen en actitudes diversas y enigmáticas. No sabemos muy bien el significado de las distintas escenas, pintadas todas ellas en el salón de la casa. Aparentemente parecen ser los ritos de iniciación de las esposas a los misterios dionisíacos. Las paredes completan un ciclo de momentos sucesivos de una única ceremonia: un niño lee el ritual bajo la dirección de una matrona sentada, una mujer sigue con atención a una jovencita que porta una bandeja de ofrendas y se dirige hacia la derecha. Un sileno canta y toca mientras una joven quiere amamantar una cabra. Una elegante figura femenina alza el látigo para golpear a una mujer joven que, aterrorizada, se refugia en el regazo de otra dama.
En la imagen, sobre un fragmento del fresco mencionado, un grupo de graffiteros dedican su esfuerzo a la actualización y renovación del antiguo aunque bien conservado fresco, aportando un complemento pictórico de plena actualidad y muy del agrado de las nuevas tendencias.
Las autoridades locales han visto con buenos ojos la iniciativa apoyando sin reservas la remodelación del fresco, convencidas de los beneficios, tanto artísticos, como turísticos y económicos que la novedosa idea va a producir. Tanto es así que ha sido creado un concurso de proyectos con el que se pretende analizar la posibilidad de intervenir en algunos relevantes espacios del patrimonio nacional. El arte del grafitti, conocido como street art, alcanza así plenamente el reconocimiento oficial.
En la llamada Sala de la Gran Pintura, se desarrollan una serie de frescos que datan del siglo I a. C., que representarían los momentos sucesivos de un ritual que Roma intentó limitar sin mucho éxito. Sobre un fondo rojo intenso, varios personajes aparecen en actitudes diversas y enigmáticas. No sabemos muy bien el significado de las distintas escenas, pintadas todas ellas en el salón de la casa. Aparentemente parecen ser los ritos de iniciación de las esposas a los misterios dionisíacos. Las paredes completan un ciclo de momentos sucesivos de una única ceremonia: un niño lee el ritual bajo la dirección de una matrona sentada, una mujer sigue con atención a una jovencita que porta una bandeja de ofrendas y se dirige hacia la derecha. Un sileno canta y toca mientras una joven quiere amamantar una cabra. Una elegante figura femenina alza el látigo para golpear a una mujer joven que, aterrorizada, se refugia en el regazo de otra dama.
En la imagen, sobre un fragmento del fresco mencionado, un grupo de graffiteros dedican su esfuerzo a la actualización y renovación del antiguo aunque bien conservado fresco, aportando un complemento pictórico de plena actualidad y muy del agrado de las nuevas tendencias.
Las autoridades locales han visto con buenos ojos la iniciativa apoyando sin reservas la remodelación del fresco, convencidas de los beneficios, tanto artísticos, como turísticos y económicos que la novedosa idea va a producir. Tanto es así que ha sido creado un concurso de proyectos con el que se pretende analizar la posibilidad de intervenir en algunos relevantes espacios del patrimonio nacional. El arte del grafitti, conocido como street art, alcanza así plenamente el reconocimiento oficial.
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